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Día Mundial del Teatro

Mensaje del Día Mundial del Teatro 2019, por Elizabeth Ovalle, dramaturga y actriz.
Santo Domingo, R. D.

Elizabeth-Ovalle

Si la vida no se reinventar a cada día en medio del llanto y la risa, gravitaría una desidia propia de la apatía de nuestra subsistencia, sin lo bueno y lo malo no se crea un conflicto, es vital sentir y creer que lo opuesto traerá un final justo y creíble. «Un espectador no quiere ver cómo llora un actor, lo que quiere es que le haga llorar. De la misma manera un espectador no quiere ver cómo un actor se emociona, lo que quiere es emocionarse»; he ahí la verdadera paradoja, como bien nos explica Denis Diderot en La Paradoja del Comediante, esta misma organicidad que el público reclama, el actor y el teatro también reclaman del público y de la gente, que no nos devuelvan aplausos, promesas e ilusiones falsas, exigimos también lo justo, para que entre todo lo opuesto haya un final creíble y objetivo.

El teatro sobrevive a las crisis del mundo y la injusticia de los seres humanos, el teatro nos salva, por vivir en las tablas lo que nos tocaría sentir y ver en la realidad.

En cualquier rincón de nuestro planeta el Teatro tiene la libertad y el dominio de despojar la mentira, de revelar las verdades, con un «si mágico», que es el «si» condicional, que le permite al actor ingresar en la ficción y sostenerse en ella con la verdad, como bien señala Stanislavsky.

El teatro suministra escalofríos cuando a través de una puesta en escena nos sentimos al descubierto en nuestra propia intimidad. El teatro es capaz de quitar máscaras y censurar la falsedad.

No dejemos de ser cada día lo que nos produce ese goce espiritual, que se nos ofrece cuando queremos decir lo que deseamos y lo que nos molesta, aprovechemos siempre esa libertad de decir, hacer e imitar, que nos regala el teatro en el propio escenario, para poder desenmascarar la mentira.

Que seamos capaces de no ser egoístas centrando nuestro poder y saberes en un solo entorno, allí en la parte más rural de nuestra sociedad hay personas que necesitan sentir esa libertad y enseñanza de este oficio tan antiguo, sembremos este arte milenario por doquier, para que cada día seamos más fuertes y podamos juntos enarbolar lo que somos, gente que quiere devolver lo que le corresponde a cada cual en su justa medida.

En ocasiones nos sentimos débiles y nos refugiamos en personajes más fuertes que nosotros, y luego descubrimos que somos tan fuertes como esos personajes, que de esta misma manera nuestra fortaleza nos vista con un disfraz de armadura universal, que nos represente donde quiera que vayamos, con autenticidad y verosimilitud, esto permitirá alejarnos y no profesar ese teatro engañoso del que nos habla Peter Brook en «El espacio vacío» ese bien llamado por él, teatro mortal para referirse al teatro carente de calidad que muchos quieren vendernos, atrayéndonos, sin ir más allá del mero entretenimiento.

Debemos brindar oportunidades para todos en igualdad: hombre y mujer, que no se profese un patriarcado que solo nos trae atraso. A lo largo de los años las mujeres, a nivel mundial, hemos venido cumpliendo con nuestro rol como creadoras escénicas, desde donde hemos alzado nuestro talento para dar valor a nuestra voz en el teatro.

No gastemos energía abriendo puertas a núcleos, islas o grupos, que contribuyan a la desunión, valoremos y seamos capaces de ver las cosas pequeñas y apreciables de los demás, no concentremos energías por separados, juzgando lo que hay a nuestro alrededor, es la parte interna de nosotros que cambia lo que nos rodea, recordemos que mientras nos desunimos otros aplauden tirándonos al vacío para volver a quedarnos sin nada.

Que sea el teatro el vehículo que nos lleve siempre a nuestra propia libertad, y que siempre dejemos un rastro para que en lo sucesivo haya una brecha por donde se cuele el cambio, que transforma lo malo en bueno, el disgusto en gusto y lo inhumano en humano.